Wednesday, August 22, 2007

Aspiraciones personales

...

En el periódico decía —se solicita mozo para limpieza en baños—, él fue y le dieron unas hojas, las llenó, le dieron un contrato y pasó con el jefe de personal.

Al firmar el contrato, el jefe de personal le entregó una hoja más con óvalos por rellenar y renglones por completar, parecía un chsmógrafo sofisticado; al final de dicha hoja había una pregunta con un espacio en blanco grandote que ocupaba un tercio del formato, decía:

-Aspiraciones personales-
el tomó su tiempo para contestar, respiró tranquilo y puso
"v-á-y-a-n-s-e a l-a c-h-i-n-g-a-d-a"


Fue el empleo más corto que tuvo.

Monday, August 06, 2007

José

Salió a caminar botando accidentalmente la mesa y derramando por toda la cubierta de lámina serigrafiada el café helado.

¿Qué chingados significaba eso de que no habría comida en la casa por toda la semana? Qué mamada era aquella en la que un wey flaco con cara de pendejo le arrebatara su morral de herramientas antes de cerrar las puertas del metro. No tenía nada para tragar y para colmo el café se había caído y ya ni cerrar la puerta de su cuarto, pinche mamada de semana la que apenas empieza.

José, evanistero de nacimiento vía herencia paterna, vivía en una vecindad atrás de la preparatoria popular de tacuba, vecindad que conectaba con el barrio de San Álvaro.

Llegó a la iglesia de San Álvaro y vió a los escuincles jugar en los juegos metálicos, vió gente felíz y medio preocupada, vió gente comiendo helado o ezquites, vió gente salir y entrar de la iglesia escuchando sermones o evitándolos. Siguió mirando por largo rato hasta que el sol se fué a la chingada con todo y la experiencia del hurto aquel. Mañana, se decía con un nudo en la garganta, mañana será la misma chingadera.

Con sus canas a cuestas, con su pantalón de lana raída, con sus zapatos gastados por el uso, José se arrastró las cuadras para entrar a la vecindad pasando por la fábrica de helados y por la cerrada donde el Tahua y el Tomate practicaban sus danzas concheras y fumaban mota. Cuando llegó a su cuarto vió al gato que no era suyo, sino era su amigo, José solo tenía como amigo a un gato algo viejo que le hacía las tardes menos pesadas. Trabajosamente encontró el mechero de petróleo y lo encendió, cojió la radio y sintonizó algo de piano, el locutor dijo: "Escuchamos a Alice Harnoncourt en un concierto para piano de..." Miró al gato y bajo los teclazos del piano presumiblemente barroco abrió su alacena y sacó la única lata que tenía, que era de chiles cuaresmeños, la abrió y eso cenó. El gato, acostumbrado a comer de lo que comía José, le maulló exigiendo su nocturna porción, José le ofreció de su lata pero al oler el vinagre, el gato volvió a maullar como mentándole la madre.

José se terminó la lata apagó el mechero y la radio, le dejó abierta la rendija de la cocina para que se saliera el gato cuando terminase de limpiar de ratones su cocina o su sala (que era lo mismo) y se echó a dormir pensando en que mañana sería la misma chingadera.